El 14 de febrero fue el día de San Valentín. Y no hay mejor celebración que elegir libremente la forma en la que queremos relacionarnos, tanto afectiva como sexualmente. Por eso en este post queremos abordar la diversidad relacional.
Los modelos de relaciones sexuales y relaciones amorosas cada día son más amplios, dejando atrás las formas tradicionales. Engloban desde un amplio paradigma de términos nuevos hasta a personas que prefieren no etiquetarse. En cuanto a la manera de establecer nuevas relaciones, la tónica general parece ser la monogamia sucesiva o secuencial. Es decir, permanecemos relativamente fieles a una pareja hasta que se acaba y pasamos a otra. El problema es que muchas veces hay infidelidades, traiciones y celos. Hay quienes abren la pareja a otras personas sólo en lo sexual, quienes también están dispuestos/as a hacerlo afectivamente, quienes prefieren que haya una pareja principal y otras sólo secundarias, etc.
En cuanto a la orientación sexual, el deseo ha pasado a definirse por las prácticas, por lo que no es una categoría estancada para siempre. Incluso se contempla el hecho de no tener deseo o sentir deseo por cualquier tipo de persona, sea cual sea su identidad sexual.
Diversidad relacional, poliamor y anarquía relacional
El esquema tradicional de pareja monógama que duraba toda la vida, parece estar en crisis. En Estados Unidos, uno de los países donde más se ha estudiado el tema, el 5% admite tener algún tipo de relación no monógama.
El amor y el sexo no son lo mismo. De hecho, que el amor romántico vaya ligado a las relaciones sexuales y a la fidelidad no es una cuestión inherente a nuestra biología, sino que varía de unas culturas a otras y en diferentes momentos de la historia.
El poliamor permite, de forma consensuada, compaginar relaciones sexuales y/o amorosas con varias personas. En el poliamor jerárquico existe una relación afectivo-sexual principal y el resto de relaciones tienen una condición secundaria (requieren menos compromiso emocional, de tiempo, pueden verse acotadas si la relación central lo requiere, etc.). En el poliamor no jerárquico todas las relaciones tienen la misma posición, sin vetos ni autoridad diferente.
Se denomina anarquía relacional (concepto acuñado por la sueca Andie Nordgren) a un modelo en el que las relaciones familiares, románticas, afectivas, emocionales, sexuales y de amistad no se diferencian, categorizan o jerarquizan entre sí. Es decir, existe igualdad entre nuestras amistades, las personas con las que nos acostamos, de las que nos enamoramos y no hay vínculos de pareja tradicionales. Por lo tanto, no tendrían que existir los celos ni las competencias.
La agamia niega que se establezcan “gamos”, es decir, parejas, que privilegien este vínculo sobre otros. De esta manera no habría una relación central.
Algunas de las críticas que se han formulado sobre estos nuevos modelos se refieren más a la práctica que a la teoría. Por ejemplo, la dificultad de integrarlos con las familias de origen y la crianza de la descendencia Desde el feminismo se insiste en que la auténtica liberación sexual de las mujeres es la autonomía a la hora de decidir si se quieren mantener o no relaciones. La perspectiva de género nos enseña que hemos tenido una socialización diferencial. En cualquier caso, una relación sana es aquella en la que todos los miembros, sean dos o más, están de acuerdo con los términos acordados, comunican con sinceridad lo que desean y mantienen una sexualidad placentera y responsable.
Diversas orientaciones del deseo
Otro tema aparte es nuestra orientación sexual. Es decir, como nos definimos en función de la identidad sexual de las personas con las mantenemos mayoritariamente prácticas sexuales. La orientación sexual hacia personas del mismo sexo será una orientación homosexual, hacia personas de ambos sexos bisexual y hacia personas del otro sexo heterosexual. Tampoco nos detendremos mucho en esto porque es de sobra sabido. Actualmente hay muchas personas que quieren superar las etiquetas, curiosamente, estableciendo nuevas categorías sobre su sexualidad que las definen mejor.
Así, a las personas pansexuales, no les importa la identidad sexual ni el género de la otra persona. La diferencia con la bisexualidad es que en esta última si hay atracción por hombres o mujeres como tal en determinados momentos de su vida. Sin embargo, con la pansexualidad puede haber atracción por personas transgénero. En algún sentido se parece a la Sapiosexualidad, que consiste en fijarse en la inteligencia, la personalidad. Por otro lado, las personas asexuales no sienten deseo sexual. Dentro de esta categoría hay quienes llegan a mantener relaciones sexuales y afectivas, pese a la falta de atracción sexual.
Junto con los recientemente denominados “arrománticos” (personas que no creen en el romanticismo), habrá quienes no celebren San Valentín o lo hagan en compañía de varias personas. Recordemos que algunos mitos del amor romántico (como que los celos son buenos) son perjudiciales para nuestra salud.