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Los cuentos muestran un papel diferenciado según el sexo

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El ejemplo de las princesas en los cuentos infantiles

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Muchas personas piensan que los cuentos no modelan nuestra personalidad y que además, hoy en día, los ejemplos que muestran son positivos. Estas son verdades a medias. Por un lado, puede que por sí solos no ejerzan una influencia determinante,  pero si se le suman los estereotipos de género de otros agentes de socialización (familia, juegos, medios de comunicación, etc.), el goteo continuo de mensajes sí acaba construyendo una identidad de género diferenciada. Más cuando en la infancia, en la socialización primaria, nuestro cerebro es más moldeable. ¿De verdad alguien cree que la sociedad no trata diferente a varones y a mujeres a lo largo de toda su vida? Pongamos el típico ejemplo. Acaba de nacer una niña. O incluso, antes, en la ecografía, el sexo descubierto es ese. Ya hablaremos de “mi princesita”. Si es varón, se suele aludir a “mi campeón”.

Sobre la segunda creencia, de que los modelos más clásicos eran los más antiguos en cuanto al papel de la mujer. Basta con analizar cualquier cuento actual para observar que siguen presentes las princesas, las hadas, las muñecas, las pobres niñas salvadas, los juguetes rosas para cuidar a bebés, hacer tareas domésticas y que además anuncian otras compañeras de género.

Bien, es cierto que los cuentos tradicionales pregonan a los cuatro vientos estereotipos de género muy marcados. Es cierto que Blancanieves les hacía las tareas a los siete enanitos, que Cenicienta era la esclava de sus hermanas y que la Bella Durmiente era ingenua porque caía en una trampa y pasiva porque permanecía en sueño.

También llama la atención que en casi todas las primeras películas de Disney se mostraba a la protagonista explícitamente haciendo las labores del hogar. Y como no, todas eran salvadas por príncipes. Con el avance de los tiempos y la incorporación de la mujer al empleo remunerado, resultaba tan llamativo el papel sumiso de las bellas princesitas, que las quejas no tardaron en llegar. Los cuentos tradicionales y las películas de ficción que de ellos se hacían que se vieron obligados a incorporar modelos de mujer más aguerridos (Brave es un buen ejemplo).

Sin embargo, es difícil encontrar heroínas en medio de un mundo de súper-héroes que resalta la fuerza de los hombres. Y cuando las encontramos, a menudo esconden también estereotipos de género tales como que ellas deben ser muy atractivas, delgadas, flexibles, sexys y no muy musculosas…

Pero el hecho de que los cuentos y ficciones del pasado estuvieran llenos de ejemplos no muy igualitarios para la mujer, no quita para que los nuevos referentes en los que han de mirarse niños y niñas sigan llenos de estereotipos. No sólo los cuentos, como hemos referido antes, también los dibujos animados de ficción. Sin-chan, Los Padrinos mágicos, Los Increíbles… Si los analizamos con calma, veremos que ninguno es un ejemplo de igualdad. ¿Quién trabaja en casa? ¿Quién trabaja fuera? ¿Cómo son los chicos, cómo son las chicas?

Y sobre los cuentos actuales, voy a tomar un ejemplo que ha sido muy polémico en Euskadi. La editorial Susaeta, directamente, ha dividido una colección en dos: “cuentos para niños” y “cuentos para niñas”. Obviamente, podemos imaginar lo que contenía cada una de las secciones de la colección… Para las niñas, princesitas de rosa, muy guapas, muy dulces, que son salvadas. Para niños, azul, espacio público, soldaditos…

Afortunadamente, sí que es cierto que cada vez hay más alternativas positivas. Podemos encontrarlas en las/os ganadores/as de concursos que hacen las Direcciones generales de la Mujer, Áreas de Igualdad. Os recomendamos el cuento de la “Cenicienta que no quería comer Perdices” de Nuria López Salamero y “Oliver Button es una nena” de Tomie de Paola. Y en general, puede resultar muy positivo jugar con cualquier niña/o a que le dé la vuelta a un cuento tradicional, así conocen los clásicos y a la vez cómo avanzar de forma crítica hacia la igualdad

 
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